OCARINAS de barro con hombres-serpientes, máscaras de arcilla con caras viejas, orejeras de pájaros, vasijas de arcilla porosa y poco cocida usadas alguna vez para conservar el agua fresca, una tumba hecha de lajas rocosas de más de mil años, un fardo funerario con agujas, collares, mochilas y cerámicas… El barro ha sido, para las culturas alfareras, un cronista moldeable y perenne, capaz de preservar algo de la historia de sus rituales, símbolos y formas de habitar el mundo.